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lunes, 30 de septiembre de 2013

Amandita Santos: “Dios me dio el don de - Diario La Prensa Honduras


Amandita Santos: "Dios me dio el don de liberar de malos espíritus"

Después de que Jesús de Nazareth entró a su corazón, abrio las puertas de su casa y el Espíritu Santo traía a la gente.
San Pedro Sula, Honduras.  A la casa de la pastora Amandita Santos, en el barrio Barandillas de San Pedro Sula, han llegado muchas personas poseídas, retorciéndose y vociferando con voz enronquecida, pero ella las ha liberado de los espíritus inmundos, según su testimonio.
La evangelista dice que es solicitada además por cientos de creyentes que confían a ella los problemas que los agobian para que los ponga en las manos de Dios porque tiene dones que él le ha conferido.
"No es que seamos profetas, sino que entregamos la vida al Señor y él nos ha conferido el don de liberar de malos espíritus e interceder por los enfermos. Aquí han venido personas millonarias a pedir oración por sus problemas de salud y no hemos pecado en pedirles una ayuda", manifestó.
Amandita tenía 34 años cuando comenzó a andar el camino del cristianismo después de haber tratado de suicidarse porque no quería seguir transitando por una vida de sufrimientos. "Opté por quitarme la vida tomando pastillas, porque no tenía paz. Amanecí en el hospital Leonardo Martínez, donde me desintoxicaron. El señor me libró de la muerte, ya mi madre me había dicho que la salvación es Cristo".
Cocinera a los ocho años
Su calvario comenzó a los ocho años de edad tras ser abandonada por su padre. Entonces tuvo que trabajar como cocinerita en casas particulares para ayudar a su madre que por ese entonces vivía en el barrio Guamilito con otros siete hijos.
Como no logró terminar la educación primaria por la situación de pobreza en que vivían, aprendió a coser sin que nadie le enseñara, deshaciendo vestidos viejos para ver cómo estaban hechos.
Con el tiempo se convirtió en la costurera del barrio y logró tener una clientela extraordinaria compuesta por damas de todos los niveles que la siguieron cuando se trasladó a vivir con su madre y sus hijos al barrio Barandillas.
Se había casado y procreado a cuatro varones y dos hembras. Cuando estaba embarazada de Karen, su última hija, recibió otro duro golpe al ser abandonada por su esposo, así como su padre había abandonado a su madre, siendo ella (Amandita) una niña.
"Yo no lo culpo a él, porque así conocí al Señor. Tenía tres meses de ministerio cuando se fue para no volver", dice Amandita quien ahora tiene 38 años de ser pastora de la Primera Iglesia Evangélica y Reformada.
Tras la ausencia del jefe del hogar llegaron años de escasez, por lo que tuvo que redoblar el pedaleo de su máquina de coser, sin por ello descuidar a sus ovejitas, como llama a los fieles que todos los viernes convierten su casa en un templo.
Recuerda que por aquellos años a su hijo Héctor, que ahora es ingeniero agrónomo, le faltaban dos años para graduarse de bachiller en La Salle, pero no podía matricularlo porque no tenía dinero, así que lo mandó al colegio a pedir crédito. "Hablá con el hermano Cambón, decile que le voy a pagar después. Explicale que tu papá nos dejó".
Después de escuchar atentamente al muchacho, el hermano Cambón le dijo: '¿Qué te parece si te becamos estos dos años de estudio que te faltan?' Como respuesta Héctor se puso a llorar de la alegría.
Similar situación pasaba Allan, el otro hijo de Amandita, cuando estudiaba medicina en Tegucigalpa y le pedía que le mandara "20 bolitas" para mandar a reparar sus zapatos.
Con los años ambos hijos ganaron becas simultáneas para continuar estudios en Estados Unidos, lo que para muchos era un lujo que no cualquiera podía darse. 'Usted es millonaria', le decía la gente a la pastora a lo que ella solía contestar: "millonaria en fe, en espíritu y en amor, aquí donde me ve no tengo ni un dólar. Dios se encarga de ser para ellos el padre que los abandonó".
Los despacha en paz
La evangelista ha tenido que dejar la comida o la cama a medianoche, cuando recibe el llamado para que vaya a darle asistencia espiritual a un moribundo, pues para ella es más importante la salvación de un alma que cualquier otra cosa.
Cierta vez asistió a una dama que fue dueña de antros de vicio y prostíbulos, quien no podía morir tranquila porque "había manifestación de espíritus malignos en ella. Le leí el salmo 23 y luego le dije: Doña Zoila, Jesús la ama y le dará paz".
La dama la volvió a ver con mirada serena y le respondió: "ya tengo paz" y expiró. "Partió a la presencia de Dios", comentó Amandita.
Un domingo llevaron a su casa a un señor de Río de Piedras por la fuerza para que ella lo viera. "En cuanto entró a la casa pegó un alarido y empezaron aquellos demonios a hablar con voz ronca, entonces nosotros pedimos por su liberación con la Biblia en la mano. El hombre decía que no podía ser liberado porque en su casa había un entierro.
En efecto, fuimos a su casa y desenterramos unos muñecos con alfileres que luego quemamos. Después de ser liberado el hombre se fue a la iglesia a alabar a Dios", relató la pastora.
Su ministerio fue creciendo tanto que un día tuvo que dejar su trabajo de costurera para dedicarse a socorrer a las personas que llegaban a llorar sobre su máquina de coser. "Apartando las costuras un día pensé que un vestido no vale lo que estas personas están necesitando".
Se entregó de lleno al ministerio a tal grado que ni estando enferma dejaba de visitar a otros enfermos y a reparar matrimonios destruidos, aunque se sentía cansada y sin ánimo para orar. Ya no le interesaba su vida sino la de los demás y siguió evangelizando hasta que se gravó.
Entonces la comunidad de pastores le hizo un sentido y estruendoso homenaje. Hasta el violinista Héctor David Aguilar, uno de los mejores de América Latina, tocó para ella. Ahora que está recuperada dice que espera seguir pastoreando a sus ovejas hasta que el Señor se lo permita porque quiere morirse con las sandalias puestas. "Si el Señor dice que llegó el tiempo de irme, pues estoy lista".
En la casa de Amandita Santos ya nadie se asusta de ver llegar a personas poseídas por algún espíritu inmundo, según dice su hija Karen.
La única vez que Karen tuvo temor fue cuando, estando niña, le llevaron a media noche a su madre, nada menos que a 25 endemoniados. "Ya estábamos acostadas cuando tocaron fuertemente a la puerta. Todos le decían a mi mamá que no abriera porque se escuchaban unos grandes alaridos, pero ella no hizo caso y salió a recibirlos con su Biblia en la mano".
Hasta los vecinos gritaban: 'ayuden a Amandita que está con 25 endemoniados'. Eran unos muchachos que se habían puesto a jugar la güija y terminaron queriéndose matar unos con otros porque escuchaban que una voz les ordenaba matar. Entre esas personas estaba una muchacha que había andado en las cosas de Dios antes de integrarse al grupo y por lo tanto conocía a la pastora. Fue ella quien tomó la decisión de acudir a aquella casa de salvación en un momento de lucidez dentro de la tribulación, de acuerdo al relato.
Amandita dijo que les recitó el salmo 91 a los poseídos y en nombre de Jesús pidió su liberación "porque el nombre de jesús tiene poder".
Ella solamente es el instrumento del Señor quien la llamó, estando acostada en la cama, con el fin de prepararla para el ministerio, dijo.
"Fuerte escuché la voz de Dios, como voz de trueno que me decía: Id y rescatad las ovejas". Desde entonces no para de predicar.


stagduran
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